Hoy vine a escribir a una cafetería en Montevideo que hace tiempo quería conocer, se llama Culto Café. Tiene un estilo medio nordico industrial, todo negro mate como a mi me gusta. Me pedí un café doble y una carrot cake con remolacha que está muy buena, dulce pero al punto justo. Estoy en el segundo piso. Desde acá veo la planta baja donde está el salón principal y la cocina. Me gustan las plantas colgadas en la baranda de varillas de metal.
Me encanta estar rodeado de gente que viene a hacer lo mismo que yo, me siento menos raro, menos único en el mundo, más parte de una comunidad. Me merezco esto. Salir conmigo. Disfrutar. Para eso trabajo, porque me gusta lo que hago. No quiero sufrir más algo que yo mismo elegí. No quiero que todo sea un esfuerzo constante.
Las cosas pueden ser fáciles de vez en cuando, no tengo que sentirme culpable por eso. El arte no tiene porqué ser siempre melancólico, lloroso, arte de martir. Puede ser divertido y espontáneo. También veo que tengo que abandonar esta idea absurda de salvar el mundo, ni siquiera Gandhi ni Mandela lo lograron. No soy el mesías, ni el elegido, ni nada parecido. No soy Luke Skywalker. Al mundo lo salvamos entre todos.
Me gustaría que dentro de 10 o 20 años alguien entre a mi blog y diga —Mirá que porquerías que hacía este tipo y no le importaba. — o que piensen —Mirá las porquerías que escribía al principio y mirá cómo fue mejorando con el tiempo, si el pudo yo puedo. —No es solo la belleza y la perfección lo que inspira a las personas.
Puede que lo que estoy haciendo no sea la mejor forma de alcanzar mis objetivos, pero no tengo manera de saberlo si renuncio. Es el salto de fe que da Indiana Jones en La última cruzada. Puedo dar el paso y caerme al abismo, pero si no lo intento, de todos modos voy a volver con las manos vacías. El Santo Grial está a un paso de distancia. Un salto de fe hoy, uno salto de fe mañana.
Algún día todo esto va a servir para algo. A veces las cosas salen bien y tengo éxito y a veces parece que todo el esfuerzo es en vano. Pero mis acciones deberían ser siempre las mismas, es la decisión que puedo tomar, qué hacer con mi tiempo. Estoy en paz conmigo cuando tengo la certeza de estar siendo quien quiero ser sin importar los resultados.
Algún día voy a mirar para atrás y voy a confirmar que todo valió la pena, que fue parte del camino y que tenía que vivirlo. Que no era para tanto, y que si hubiera disfrutado también el proceso hubiera disfrutado el doble.
Algún día voy a estar viviendo el sueño, como estoy viviendo ahora un sueño que tuve antes. Quizá lo que estoy haciendo no sea otra cosa que prepararme para vivir ese sueño. El presente es siempre un entrenamiento. Es como si las cosas llegaran cuando estamos preparados para recibirlas.
Nos encanta sentir que estamos listos, que tenemos lo que se necesita y que estamos a la altura de las circunstancias. Es genial cuando eso sucede, pero vivir así es vivir en la zona de confort, es quedarse en la aldea. Algún día los resultados van a llegar, pero no vivimos en “algún día”. Vivimos en el ahora, ahora es el momento de empezar a construir.