Pienso y me expreso mucho en blanco y negro. En un extremo está esto, en el otro esto otro, y en el medio hay otras cosas. Entender los límites me ayuda a entender el mapa, es como cuando armamos un puzzle y empezamos por los bordes, a partir de ahí solo se puede ir hacia adentro, y eventualmente completar el puzzle.
Si nos parecemos en algo seguramente puedas identificarte con estos dos sentimientos:
- Qué linda euforia, quiero más, este es mi momento, puedo lograr lo imposible, quiero seguir superandome, ya casi puedo tocar mis sueños más ambiciosos, no puedo parar, la ola pasa una vez y pronto se extinguirá, no me voy a quedar atrás, hay que ganar, soy el mejor.
- ¿Qué sentido tiene todo esto? Estoy agotado, no aguanto más, quisiera mandar todo al carajo. Sueño con tirarme abajo de un árbol y pasarme toda la tarde mirando el cielo sin hacer nada, sin desear otra cosa que lo que está pasando ahora mismo. Me encantaría ser esa paloma que está allá arriba parada en la punta de una ramita, en paz, tranquila, contemplando el atardecer, sintiendo la brisa en las plumas, lejos del caos, libre como la libertad misma. La miro y pienso: las palomas no viven volando solo porque tengan ese don.
Los extremos son claros y por eso son seductores. Si no es blanco debe ser negro, si no es izquierda es derecha, si no es arriba es abajo, si no es ganar es perder.
Insisto, el proceso, lo que hay en el medio, lo que no es una cosa ni la otra, progreso continuo, lento, imperceptible para el ojo humano.
Es la única forma, el único camino que conduce a Roma. Todo lo demás es teatro.