A veces parece que siempre tomo el camino de mayor esfuerzo, que me complico solo cuando cualquier otra persona resolvería mucho más fácil y rápido. ¿Será que soy tonto, será que me gustá sufrir? ¿Será mi mecanismo de evasión? Quizás un poco sí, pero no creo que sea la verdadera razón.
Mi amigo Marco habla mucho del principio rector. Ahora entiendo que el mío es aprender.
Para lo que realmente me importa siempre voy a elegir el camino del aprendizaje, sobre todo el camino de la maestría emocional. No puedo evitar la realidad una vez que la veo, donde hay algo que aprender tengo que quedarme.
Siempre puedo ignorar los problemas y seguir como estoy. Pero cuando la vida me habla, me susurra, o me pega en el talón de Aquiles, me está proponiendo un ejercicio, me está haciendo un favor dándome la oportunidad de aprender algo.
La profesora no me da un ejercicio porque le interese el resultado, da igual, ya lo sabe, a nadie le importa el resultado, lo que importa es desarrollar habilidades y estar preparado para resolver problemas.
¿Y para qué quiero poder resolver problemas? Para saber cubrir las necesidades básicas y dedicarme a otras cosas que van más allá de la supervivencia.
No es el resultado lo que me importa, es la persona en la que me voy a convertir si transito el camino que tengo que transitar para llegar a ese resultado.