Vivimos trabajando, cada segundo tiene que ser productivo o llenamos cada momento libre con cualquier cosa que sea mejor que nada.
El ruido, en todas sus formas, es una distracción.
Es una manera de evitar la molestia de enfrentar el vacío existencial, que trae las preguntas que no tienen respuesta.
¿Quién soy? ¿Para qué estoy acá? ¿Qué tengo que hacer?
«En última instancia, el hombre no debería cuestionarse sobre el sentido de la vida, sino comprender que es a él a quien la vida interroga. En otras palabras, la vida pregunta por el hombre, cuestiona al hombre, y este contesta de una única manera: respondiendo de su propia vida y con su propia vida. Solo con la responsabilidad personal se puede contestar a la vida».
—Viktor Frankl
Cuanto más evadimos las preguntas por el sentido de la vida, más intentamos en vano llenar el vacío existencial.
El valor de estas preguntas no es necesariamente la respuesta, sino el ejercicio. Aproximarnos un poco más a lo que realmente somos.