Hay dos caminos. Uno es un desierto, relativamente fácil de cruzar, llano, sin grandes obstáculos, templado y aburrido. No hay nada, solo arena seca.
El otro es una jungla. La vegetación abunda y es fácil perderse. Hay peligros y dificultades: acantilados, ríos imposibles de cruzar, lluvias, calor, plantas tóxicas, sanguijuelas, tigres, serpientes. También hay lugares donde refugiarse y más comida de la que necesitás, agua limpia, madera, lianas.
La jungla es un campo de entrenamiento, un lugar en donde los sentidos se agudizan y el espíritu se fortalece. No es un fin en sí mismo sino un medio para la transformación personal.
Es el camino difícil y por eso tiene un potencial enorme. Te enseña a construir, a cosechar, a orientarte, a caminar, a confiar en tus instintos.