La naturaleza es cíclica, pendular, oscilante. Como el sol y la luna, como la marea, como las estaciones y las crisis mundiales.
Necesitamos descansar para hacer las cosas bien. Necesitamos cumplir para descansar en paz.
Estoy empezando a entender mis ciclos energéticos, aprendiendo a surfear la ola.
Hay un contraste que parece funcionar bien. Descansar me recarga y me da espacio para inspirarme y renovar el entusiasmo. Trabajando canalizo mi creatividad, hago mi aporte y me siento realizado. Todo esto tiene un costo energético, no puedo sostenerlo por siempre, cada tanto hay que parar, aunque me cueste aceptarlo.
Lo dice la primera ley de Newton. Es difícil frenar cuando estamos en movimiento y es difícil moverse cuando partimos del reposo. No siempre voy a funcionar al máximo de mi capacidad, y no siempre voy a reconocer cuando sea momento de una pausa.
Entre «no hacer nada» y «no me da el tiempo», hay un ritmo natural, una cadencia interna que rige todo lo que hacemos.
El desafío está en administrar la energía, y aprovechar el impulso de las fuerzas que nos mueven. Aceptar que necesitamos las dos cosas: crear, construir, movernos, trascender; pero también divagar, inspirarnos, descomprimir, reiniciar.