Durante un tiempo fui DJ, fue una de las cosas que experimenté buscando mi vocación y mi lugar en el mundo. Me divertí y viví experiencias inolvidables, a veces hasta tengo ganas de volver.
Si hay algo que aprendí es que no se puede tener contento a todo el mundo. No importa que música suene siempre hay alguien que quiere bailar otra cosa.
¿Hasta qué punto vale la pena adaptarse a costa del potencial único que hay en cada uno de nosotros?
Como artistas y como personas tenemos que aprender a polarizar un poco más las opiniones. Tener claro quiénes somos, qué queremos, cuáles son nuestros límites.
Cuanto más conectados estamos con nosotros mismos, más sincera es nuestra forma de expresarnos. En los polos hay fuerza. Para algunas personas somos energía positiva, para otras energía negativa, está bien.
Decir que no a algunas cosas es decir que si a otras. Todo es relativo, no es necesario convencer a nadie. Somos seres complejos, cada cabeza es una guerra civil, un mundo de contradicciones.
Somos el promedio de la cantidad de personas a las que queremos complacer.