1 de enero de 2024. Recién terminé de leer un libro que me prestó una amiga y después de procrastinar toda la tarde finalmente me apronto un café y me siento a escribir. Siempre odié las letras. Si hace 10 años me decías que un día como hoy iba a estar haciendo esto no lo hubiera creído. Es bueno poder cambiar.
Hoy Montevideo suena a pueblo del interior, la combinación perfecta, lo mejor de ambos mundos. Que lindo poder escribir tranquilo, sin mirar el reloj, jugar un poco con las ideas, seguir las palabras a donde me lleven, probar, ver que sale. El problema del tiempo es inherente a las personas lentas y ansiosas, tengo un poco de las dos.
Ayer fui a andar en bicicleta y le saqué una foto al último sol del año, un sol que ya no existe y que no va a volver a existir nunca más; ahora es una historia, como esta que te estoy contando. Nadie puede broncearse dos veces bajo el mismo sol.
La Rambla y la bicicleta, qué lujos, qué privilegios. Para mí andar en bicicleta es una práctica espiritual. Es como volar, como flotar en una alfombra mágica. La bicicleta me ordena, me limpia, me purifica, me mantiene centrado. Si no me centro me caigo. Andar en bicicleta me ayuda a recordar lo que es verdaderamente importante. Es un ejercicio de gratitud, una reverencia a la vida.
P.D. Esto parece ser la continuación de una de mis primeras publicaciones.