Sin darme cuenta, este mes caí en un experimento muy interesante. Aproveché la oportunidad de agarrar más trabajo que lo habitual y ahorrar dinero para un viaje importante que estoy planificando, más adelante te contaré más sobre eso. Estoy trabajando casi todo el día desde las 9 de la mañana hasta las 11 de la noche, y usando el poco tiempo libre que me queda para hacer otras cosas como escribir estas publicaciones, o relajarme un rato mirando autos en YouTube o jugando Counter-Strike. No paro en todo el día y estoy durmiendo menos de 8 horas, cosa que no recomiendo para nada.
Sorprendentemente mi energía se mantiene y mi motivación se disparó. Ocupar cada segundo, en parte se debe a eso, a que estoy motivado y con ganas de hacer otras cosas. Esta nueva rutina es temporal. Pero al menos por ahora, estoy disfrutando no tener tanto tiempo disponible para sentirme perezoso y sobre-analizar.
Creo entender lo que está pasando. Pensar y hacer son las dos caras del aprendizaje. Hacemos, observamos, pensamos, corregimos y volvemos a la acción.
Hay personas que viven el mundo más bien desde la lógica y los conceptos. Otras, tienden a lanzarse a la acción antes de siquiera saber para qué lo están haciendo. En el medio hay todo un espectro.
Mi personalidad y el exceso de tiempo libre no son una buena combinación, sobre todo cuando no involucró el cuerpo de alguna manera. En mi caso suele ser cierto, pienso y luego existo. Es mi modo de funcionamiento por defecto. Puedo caer fácilmente en el problema de parálisis por análisis y olvidar que no todos los problemas se resuelven pensando. Ningún problema se resuelve solo pensando.
Para alcanzar un equilibrio necesito salir de mi cabeza, y estar un rato en el mundo material, moverme, usar el cuerpo, caminar, andar en bici, trabajar, limpiar la casa, o lo que sea que me mantenga ocupado y fuera de pensamientos circulares.
Para otras personas puede ser lo contrario. Puede que necesiten parar, analizar, entender y aclarar el propósito detrás de tanto movimiento. Aprender a dejar de hacer, o hacer menos, o ir más lento, aunque sea por un momento.
Yo necesito hacer más. No puedo evitar pensar, entender la realidad es una de mis pasiones básicas, pero pensar también puede ser agotador.
Dejar de pensar es más productivo de lo que creía.
Nadie quiere el equilibrio pero lo necesitamos. No somos máquinas de producir y no somos cabezas flotantes. Somos un cuerpo, una mente y un alma. La paz interior está en la integración entre lo que hacemos, lo que pensamos y lo que sentimos.