Ceder el control
Capítulo 1

Desde que aprendimos a dominar el fuego creemos que podemos controlar todo, o por lo menos lo intentamos.

Es una idea absurda.

Hay cosas que funcionan muy bien sin nuestra intervención directa.

El simple hecho de seguir viviendo es un acto de fe, todo se reduce a cruzar los dedos y confiar en que el corazón va a seguir latiendo, que las ideas van a seguir llegando y que mañana vamos a tener otra oportunidad.

Dentro de ciertos márgenes tenemos poder y somos responsables de ese poder, pero no todo tiene que ser producto de un plan premeditado.

¿Cuántos descubrimientos que cambiaron la historia fueron un accidente?

Que sea impredecible o incontrolable no quiere decir que no sea válido.

«Sólo tienes derecho al trabajo, no a sus frutos. Nunca te consideres la causa de los resultados de tu trabajo, ni te apegues a la inacción».
—Bhagavad Gītā 2.47

Capítulo 2

¿Quién soy yo para juzgar mi trabajo?

Que sea mi trabajo no quiere decir que esté en condiciones de evaluarlo o de determinar si es bueno o malo, solo puedo dar mi opinión.

Apunto a un ideal pero es más un camino que un destino.

En definitiva, descartar o aprobar cualquier resultado es una decisión subjetiva.

Método por el opuesto

En un episodio de Seinfeld, George decide empezar a hacer todo lo contrario a lo que normalmente hace. Se siente genial y logra el éxito que nunca tuvo, su vida finalmente es lo que siempre soñó.

Esto sucede en la vida real, muchas veces las cosas no resultan como esperamos porque hacemos todo lo contrario a lo que deberíamos estar haciendo.

Llegar a ese extremo no es necesario, pero creo que es un excelente ejercicio, el contraste ayuda a ver las cosas desde otro ángulo y entender que no todo funciona como creemos.

Desafiar el sentido común es una de las mejores formas de descubrir nuevos caminos.

¿Por qué las mejores ideas vienen cuando estamos en la ducha?

¿Por qué el gato quiere atención cuando estamos haciendo otra cosa?

¿Por qué el dinero fluye más fácil cuando menos lo necesitamos?

Puede que no siempre funcione, pero creo que vale la pena el experimento, hacer todo lo contrario puede ser exactamente lo que necesites.

Sobre la influencia

Terminé de leer La guerra del arte (The war of art) de Steven Pressfield.

Me sorprendió descubrir la influencia que tuvo en otros autores que tengo como referencia, tanto el contenido como el estilo.

Con más o menos ventaja todos empezamos de cero.

Las personas que admiro también.

En algún momento estuvieron donde yo estoy ahora, de alguna manera, quizás leyendo libros como este, encontraron la forma de superarse. Vencieron la Resistencia.

Al principio, copiar es una de las mejores formas de aprender.

¿Qué es un negocio?

En MBA personal, Josh Kaufman lo define como la suma de cinco procesos interdependientes:

  1. La creación de un producto de valor. Descubrir lo que la gente necesita o quiere y crearlo.
  2. El marketing. Llamar la atención y generar una demanda para lo que hemos creado.
  3. Las ventas. Convertir a potenciales clientes en clientes seguros que pagarán por adquirir este producto de valor.
  4. La provisión del bien o servicio de valor. Dar a los clientes lo prometido y asegurarse de que estén satisfechos.
  5. Las finanzas. Ingresar el dinero suficiente para seguir funcionando y hacer que nuestro esfuerzo haya valido la pena.

Y explica qué sucede cuando se elimina alguno de los cinco elementos:

«Una empresa que no genere un bien o servicio de valor para los demás no es una empresa sino un hobby. Una empresa que no llame la «atención» es un fiasco. Una empresa que no venda el producto de valor que genera es una empresa con pérdidas. Una empresa que no ofrezca lo que promete es un fraude. Una empresa que no ingrese suficiente dinero para seguir operando cerrará inevitablemente».
¿Qué tan difícil puede ser?

No deja de sorprenderme.

Queremos progresar, pero agregamos fricción, resistencia, excusas y dificultades absurdas.

Hay una lucha interna todo el tiempo entre dos personalidades, una que quiere avanzar a toda costa no importa lo que cueste y otra que tiene mil peros o se distrae en detalles insignificantes.

A su vez, toda esa energía desperdiciada afirma la noción de que las cosas cuestan, de que es muy difícil hacer esto o lograr aquello.

A medida que entendemos como agregamos fricción innecesariamente, aprendemos a manejar mejor la dificultad, es decir, qué tan dispuestos estamos a enfrentarla.

Por el precio de un libro

Empecé a leer MBA personal de Josh Kaufman.

Ya lo tenía en vista pero me convenció el subtítulo: «Lo que se aprende en un MBA por el precio de un libro».

Y esto me recuerda a lo que pienso sobre ir a la universidad.

Por un lado siento que es el camino más fácil y rápido para obtener determinados conocimientos, pero también puede ser una pérdida de tiempo si estoy buscando solo los conceptos básicos, los principios.

Además de aprender a una velocidad predefinida, que casi nunca es la ideal. Y ni hablar de costos y otras cuestiones logísticas como horarios y ubicación.

De vez en cuando se me pasa por la cabeza cursar alguna carrera, por diversión. De hecho lo hice en 2019, cursé las primeras materias de la Licenciatura en Física en la UDELAR.

Aunque la abandoné, fue una experiencia valiosa, entendí que me inclino más por ser un generalista que un especialista, en la mayoría de los casos, me interesa dominar los conceptos principales y no tanto los detalles.

La próxima vez que fantasee con estudiar filosofía, psicología o arte, voy a tener más en cuenta lo que hasta ahora me ha funcionado: primero conseguir un buen libro o hacer algún curso online y ver si con eso es suficiente, empezar de a poco.

Siempre que pueda voy a preferir el camino autodidacta, puede que cueste un poco más, pero siento que aprendo mejor, es más divertido.

«Estoy convencido de que el aprendizaje autodidacta es el único aprendizaje válido»
Isaac Asimov

El libro y la carrera universitaria tienen propósitos distintos, una cosa puede ser mejor que la otra, depende de cada persona y cada situación.

En algunos casos es obvio que la universidad es la mejor opción, medicina es un ejemplo claro. Pero muchas veces, por lo menos para mí, un libro de este tipo es el mejor punto de partida.

El progreso medido en tiempo

El tiempo es una buena forma de medir el progreso y de estructurar el trabajo, sobre todo el trabajo creativo; componer música, escribir, diseñar, pintar, etc.

En el corto plazo, es mejor apuntar a una cantidad que a una calidad. La calidad es subjetiva, nuestra percepción de lo que es suficientemente bueno cambia con el tiempo, depende del estado de ánimo y de mil factores más que no podemos controlar.

En el largo plazo me gusta pensar la calidad como un ideal inalcanzable, me puedo acercar cada vez más pero nunca voy a llegar definitivamente.

Entonces entra en juego el concepto de sesión, que se puede definir por cantidad o por tiempo.

Una sesión puede consistir en escribir 500 palabras o componer 20 compases o dibujar 3 bocetos. Así, una novela es x sesiones de 500 palabras, un álbum es x sesiones de 20 compases.

«La oficina está cerrada. ¿Cuántas páginas he producido? No me importa. ¿Son buenas? Ni siquiera lo pienso. Todo lo que importa es que le he dedicado mi tiempo y lo he hecho dándolo todo. Todo lo que importa es que, por hoy, en esta sesión, he vencido a la Resistencia».
Steven Pressfield

Definir las sesiones en unidades de tiempo tiene sus ventajas.

Particularmente cuando no hay una línea de llegada a la vista o cuando no hay un plan detallado que diga como hacer las cosas. No todo puede ser desglosado en una lista de tareas, pueden haber pautas o un método a seguir, pero a partir de cierto punto vamos a tener que caminar solos, entramos en terreno desconocido.

Cualquier objetivo puede pensarse como una cantidad de horas de trabajo o entrenamiento, osea, cuantas sesiones necesito para terminar esa obra o alcanzar ese objetivo.

Cuando la sesión es un bloque de tiempo, digamos una hora, se eliminan distracciones y ruido mental, lo único que hay que hacer es presentarse y cumplir el horario, como cualquier trabajo.

La dedicación asegura el progreso, más tarde o más temprano, sea mucho o poco.

Dar lo mejor no tiene que ver con resultados, si no con el cumplimiento de un compromiso.

En el vacío

Vivimos trabajando, cada segundo tiene que ser productivo o llenamos cada momento libre con cualquier cosa que sea mejor que nada.

El ruido, en todas sus formas, es una distracción.

Es una manera de evitar la molestia de enfrentar el vacío existencial, que trae las preguntas que no tienen respuesta.

¿Quién soy? ¿Para qué estoy acá? ¿Qué tengo que hacer?

«En última instancia, el hombre no debería cuestionarse sobre el sentido de la vida, sino comprender que es a él a quien la vida interroga. En otras palabras, la vida pregunta por el hombre, cuestiona al hombre, y este contesta de una única manera: respondiendo de su propia vida y con su propia vida. Solo con la responsabilidad personal se puede contestar a la vida».
Viktor Frankl

Cuanto más evadimos las preguntas por el sentido de la vida, más intentamos en vano llenar el vacío existencial.

El valor de estas preguntas no es necesariamente la respuesta, sino el ejercicio. Aproximarnos un poco más a lo que realmente somos.

El juego

En momentos de dudas o inseguridades me gusta recordarme que es un juego, no más que eso.

Y que yo decido que juego estoy jugando, como jugarlo y que personaje quiero ser.

Mi objetivo es aprender y con el tiempo ser mejor jugador.

Simon Sinek dice que «Los juegos finitos son jugados por jugadores conocidos. Tienen reglas fijas. Y hay un objetivo acordado que, cuando se logra, pone fin al juego. Por ejemplo, el fútbol es un juego finito».

En cambio los juegos infinitos:

«…son jugados por jugadores conocidos y desconocidos. No hay reglas exactas acordadas. Puede que haya convenciones o leyes que rijan como se deben comportar los jugadores. Pero dentro de unos márgenes amplios, los jugadores pueden actuar como quieran. Si optan por romper las convenciones, pueden hacerlo. La manera en la que cada jugador o jugadora decide jugar depende totalmente de él o ella. Y puede cambiar su forma de jugar en cualquier momento y por cualquier razón.

Los jugadores infinitos tienen horizontes temporales infinitos. Y, como no hay una línea de llegada, no hay un fin práctico del juego, este tipo de juego no se puede “ganar”. En un juego infinito, el objetivo principal es seguir jugando, perpetuar el juego».

La vida es un juego infinito, «…ni se pierde ni se gana, los jugadores simplemente se retiran del juego cuando se quedan sin fuerzas y recursos para seguir jugando».

El perdedor no sabe divertirse, sufre el juego, compite por un trofeo que no existe y deja todo de lado, con tal de ser el mejor por un rato.

No te lo tomes tan en serio, es solo un juego.

Lo que hay es lo que ves

Kyuho no puede distinguir muchos de los rojos y verdes que ven las personas con visión normal. En este video prueba lentes diseñados para que las personas daltónicas puedan recuperar los colores que no ven.

La reacción lo dice todo, algo que para nosotros es normal y damos por hecho, para él es una experiencia increíble. Ni siquiera es uno de los casos más extremos, no puedo imaginarme cómo percibe el mundo una persona con acromatopsia y cómo eso influye en su estilo de vida, en las decisiones que toma, en cómo piensa…

No se si quiero pensar la realidad como una sola, como algo que está ahí afuera y que hay que alcanzar como sea.

Me pregunto (y sé que no soy el primero) hasta qué punto nuestra interpretación es una traducción fiel de la realidad.

Como dicen, el mapa no es el territorio.